El gobierno ruso inicialmente retuvo a la familia imperial bajo arresto domiciliario en su palacio. Sus primeras intenciones eran mandarlos en exilio a Inglaterra, pero no podría seguir haciéndole frente al crecimiento de poder de los bolcheviques. Para el invierno de 1917, los bolcheviques habían prevalecido sobre los mayores grupos revolucionarios y tenían bajo su control Moscú y San Petesburgo. Muy pronto, establecieron un gobierno.
Nicolás se convirtió entonces en el último Zar de Rusia, siendo destronado por la Revolución de febrero, producida en el marco de la Primera Guerra Mundial. Para 1918 el y su familia habían sido asesinados.
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